La antropología e interculturalidad según Arguedas

01/18/2017

El Dr. Rodrigo Montoya, una inacabable mente que escudriña entre los más recónditos recuerdos de su paso por las aulas san marquinas, nos recibe en su terraza y nos ofrece un gentil vaso de agua para el sofocante calor; preparándonos para ingresar al mundo de José María Arguedas, sus interminables experiencias que formaron una visión vanguardista de la antropología en el Perú, sus anhelos, sus frustraciones y su posición de país tolerante con todas las sangres.

Arguedas Antropólogo

Montoya señala que Arguedas nos deja dos grandes cauces que deben de ser de pleno desarrollo en la visión antropológica. Lo primero es que, “El socialismo no puede ser incompatible con el mundo mágico de los indígenas en general (Todo tiene vida, todo tiene espíritu), su punto de vista refuerza la idea de que lo tradicional y lo moderno se dan de manera conjunta, coexisten, los pueblos son modernos y al mismo tiempo tradicionales y viceversa. Esto fue fruto del incansable trabajo de campo en Puquio y de las lecturas básicas que formaron su posición política”.

Lo segundo, “Él plantea una solidaridad efectiva con los pueblos andinos, siempre que había algún tipo de abuso en contra de los pueblos indígenas, los representaba alzando su voz de protesta y reivindicando la hermosura de la sierra mediante su literatura”, agrega el estudioso arguediano.

Así, Rodrigo Montoya manifiesta que estas fueron las bases para que se construya otra forma de ver la antropología en San Marcos, y por ende una nueva visión de la Identidad Nacional. Sin embargo, “No fue valorado en su momento, quien sabe por qué, dejó de enseñar en San Marcos sin que se le reconociera como docente a tiempo completo; se fue a enseñar quechua a la Universidad Agraria, donde no había su especialidad”. Y recalca,“Me limito a señalar la contradicción tan grave de como un antropólogo de lustre como Arguedas graduado de Doctor no podía enseñar en San Marcos a tiempo completo, y tuvo que irse a la Universidad Agraria, dejando por completo sus clases en San Marcos”.

Con algo de nostalgia y agradecimiento, el Profesor Montoya le da un valor agregado a la enseñanza de Arguedas, “Los alumnos que pasamos por sus manos, aprendimos a tener un espíritu antropológico de solidaridad y de profundo compromiso con la cultura quechua”.

Los frentes de Arguedas: Literatura y Antropología

Con una narrativa impactante y una investigación antropológica constante, sería mezquino señalar que Arguedas sólo destacó en una de estas dos disciplinas. El propio Rodrigo Montoya nos cuenta que, “José María Arguedas fue una persona que combinó la antropología y la literatura todo el tiempo. En Los Ríos Profundos, construye a Ernesto a su imagen y semejanza, como un hombre andino en su totalidad, mágico, que habla a través de la naturaleza con su padre, insertando la antropología como entendimiento de esta ideología quechua.

En Los Zorros de Arriba y Los Zorros de Abajo, Arguedas vuelve a su trabajo de campo. Luego de una época económica difícil, va a la Universidad Agraria a enseñar quechua y propone a las autoridades realizar un estudio sobre el folclore en Chimbote, lo que sería realmente una excusa para que se le subvencione su estadía en aquella ciudad. Chimbote era en ese momento la capital de la pesquería en el mundo, por su producción de harina de pescado. Lo que significó la llegada de miles de ancashinos para trabajar en la industria; con esa visión única, recopiló información para plasmarla en su obra”, puntualizó el Dr. Montoya.

Montoya toma un trago de agua, y se prepara para reforzar la idea: “Los que conocemos su vida afirmamos que la antropología y la literatura coexisten en el mundo arguediano, no se oponen, muy por el contrario, una sirve a la otra y la enriquece”.

Arguedas y la Educación

La incansable labor de Arguedas nunca se detuvo, su pasión por la enseñanza y sus nuevas didácticas hizo que su trabajo sea reconocido por sus amigos. “Él hizo un hallazgo maravilloso en la educación, propuso que el curso de lengua y castellano sea un curso de vida, no un manual de presentación de obras, sino una presentación de la literatura andina. En Sicuani, pidió a los estudiantes de primaria que recolectaran las leyendas e historias de sus pueblos. Esa compilación demostró una riquísima literatura, en una época donde el Cusco tenía arte y teatro en quechua. Esta experiencia, se la hizo llegar a su amigo el ministro de educación Cueto Fernandini, es allí donde lo trae nuevamente a Lima para implementar la experiencia pedagógica de Arguedas”, “Aquí, entre la obra revolucionaria de educación, y la burocracia agobiante del ministerio, Arguedas empieza a penar, es donde se da cuenta que la clave era ser antropólogo”, nos cuenta amablemente el estudioso.

La Interculturalidad según Rodrigo Montoya

Evocando una afirmación rotunda del Ministerio de Educación, que acababa de leer, el Dr. Montoya, nos sitúa en el correcto uso de la palabra interculturalidad desde la cosmovisión arguediana, “Arguedas coloca a la diversidad que existe en el país como una riqueza, es por ello que se le puede denominar pluricultural o multicultural; sin embargo, el primer error es confundir interculturalidad con diversidad cultural”.

Y continúa, “La diversidad cultural, consiste en mostrar la heterogeneidad cultural que hay en el país, la cantidad de culturas y subculturas, mientras que la interculturalidad significa que es lo que está entre una cultura y otra. Es un término que supone dos culturas y una relación entre los elementos en común que ambas poseen”.

Asimismo, nos señala su perspectiva en este tema tan relevante, “Yo distingo dos maneras de ver la interculturalidad. La interculturalidad de hecho, existente entre las culturas ubicadas en pueblos y zonas de frontera, donde hay tres culturas con sus respectivas lenguas y costumbres, donde los pobladores se mueven con absoluta libertad entre ellas; por ejemplo, en el lago Titicaca hay personas que hablan castellano, aimara y quechua indistintamente. Este conocimiento les permite valorar y respetar cada una de estas culturas. Y la interculturalidad deseada, que es aquella que ha sido propuesta por la Educación, en sus distintos niveles, a través de los lineamientos en las currículas”.

Finalmente, cierra el tema explicándonos que, “Nuestro país no es un país intercultural, la interculturalidad es un buen deseo, donde exista dialogo, igualdad, respeto y tolerancia... ¿Dónde se encuentra eso?

Nos choleamos todos los días, nos discriminamos todos los días, nos dividimos en peruanos de tercera, cuarta y última categoría. La gran contradicción es la que existe entre la interculturalidad y la discriminación, si peleamos a fondo contra la discriminación, vamos a lograr el dialogo, la igualdad, el respeto y la tolerancia. Si seguimos maltratándonos… ¿De qué Interculturalidad estamos hablando?

El desafío es razonar sobre los supuestos teóricos y reconocer que hay una contradicción profunda en la propia sociedad. ¿Cuántas empleadas domésticas están obligadas a comer en la cocina, por qué no pueden sentarse a la mesa como todos los demás? Arguedas era un devoto del respeto entre las culturas, él decía que todos éramos iguales, y nos daba visos de un socialismo que exprese la igualdad y respeto de todos”.

El Dr. Rodrigo Montoya mira su reloj, sorprendido por el tiempo, culmina la entrevista diciendo: “El espíritu arguediano se entiende como el compromiso con un pueblo, la defensa y la reivindicación del mismo cada vez que se da algún abuso o discriminación”, se pone de pie, nos tiende la mano y estira las piernas.

Rodrigo Montoya, alumno de José María Arguedas, enfatiza la labor de este notable académico enmarcando su visión de país y la tarea para las nuevas generaciones.
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