Contra la desigualdad y la violencia de género
Los antecedentes históricos de las celebraciones del 8 de Marzo como el Día Internacional de la Mujer, se basan en dos hechos fundamentales ocurridos en la Ciudad de Nueva York para reivindicar los derechos políticos de todas las mujeres el derecho al voto. En 1857, miles de trabajadoras marcharon hacia los sectores burgueses y adinerados en Nueva York en protesta por las condiciones miserables que eran sometidas.
El segundo hecho ocurrió en el año 1908 durante una huelga que involucró a más de cuarenta mil obreras, en su mayoría costureras industriales de grandes fábricas para exigir mejores salarios, el derecho a unirse a sindicatos y a una jornada de trabajo menos larga, entre otros reclamos. Frente a estos hechos 129 mujeres fueron encerradas por los dueños para que no se unan al paro nacional y tras un trágico accidente en la fábrica "Textil Cotton"de Nueva Yorkmurieron incineradas. Estos acontecimientos sentaron precedentes históricos a favor de la igualdad y la justicia social, como parte de una lucha histórica repleta de injusticias contra las mujeres que perduran hasta la actualidad.
El Estado, en su largo devenir histórico ha propiciado una guerra de intereses sociales y políticos, acentuando un poder autoritario y represor con el fin de subyugar a ciertos sectores sociales y no a otros, originando un Estado tradicional y conservador que considera el poder político como un asunto de hombres y no de mujeres. Este separatismo y visión dominante de ver a la mujer dentro de la esfera privada y al hombre en la esfera pública, corresponde a una sociedad patriarcal que ha impedido por largas generaciones la participación política de las mujeres en el mundo público. Este divisionismo también lo encontramos en todos los aspectos de nuestra vida, en los procesos de socialización, en la comunidad y la familia.
El punto más visible de esta desigualdad se expresa en las graves situaciones de violencia contra la mujer. Según el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables en el reporte estadístico de los casos de feminicidio en el año 2018 da cuenta de 149 casos, en el año 2019 de 166, el área de concurrencia con mayor casos de feminicidios es el área urbana con 104 y 56 área rural, 6 urbana marginal en lo que fue del año 2019, el 9% son niñas y adolescentes, 86% adultas, y 5% adultas mayores y según el vínculo relacional el 51% son las parejas, 18% exparejas, conocidos el 11%, 5% familiar 12% desconocidos y el 4% otros.
Para el año 2020 en el mes de enero se han registrado 19 casos de feminicidio. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe en el año 2019, publicaron las siguientes tasas de feminicidios: México en el año 2019 con cifras históricas en comparación de otros años, reconociendo 916 casos, en Brasil en el año 2019 reportó 1206 víctimas perpetrados por sus parejas o ex convivientes. En Argentina en el año 2019 se registró 297 feminicidios.
Estas formas aparentemente normalizadas de violencia, según Rita Segato (2003), se ven incrementadas con la influencia del poder simbólico que tiene una “infinita sutileza”, es decir, una violencia invisible e insensible que se expresa en la desvaloración de la mujer a través de los usos y costumbres como son los estereotipos, la discriminación, la culpabilización, los estigmas, los prejuicios, la descalificación profesional e intelectual, etc, que vulneran su autonomía y continúan reproduciendo el maltrato y la subordinación. También constituyen una flagrante amenaza social la violencia explícita como son las agresiones físicas, el feminicidio, el acoso sexual, hostigamiento laboral, etc.
Frente a estos hechos es pertinente plantearnos la siguiente interrogante ¿Qué hace falta para conseguir la tan preciada igualdad de género? Estas y otras preguntas nos permiten interpelarnos como individuos y como sociedad. Que una vida libre de violencia y desigualdad sea una aspiración de todas y todos.
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