Chalena Vásquez: siempre en la travesía del rescate cultural

Chalena Vásquez Rodríguez, reconocida musicóloga peruana, falleció hoy domingo 11 de diciembre, informó Camilo Riveros Vásquez, hijo de la investigadora, en su cuenta personal de Facebook. El velorio se realizará en el Ministerio de Cultura y el sepelio será en el cementerio Campo Fe de Huachipa.

La Universidad de Ciencias y Humanidades – UCH, expresa sus condolencias a la familia, amigos y personas que reconocen en su trabajo e investigaciones, un aporte de gran importancia para el reconocimiento de las diversas culturas del Perú.

Recordando a Chalena

Sus padres le pusieron Rosa Elena, pero su hermana menor, que aprendía a escribir, un día escribió Chalena y dijo que eso que estaban viendo era Rosa Elena. Desde entonces ella se llamó Chalena, legalmente incorporado en su libreta electoral.

Vivió su adolescencia con la libertad que le daba el campo escuchando valses y tangos que era lo que su padre Héctor, el “Negro Vásquez”, solía escuchar todos los días en el almuerzo, mientras que doña Fornariña, su madre, leía y releía “Los miserables” de Víctor Hugo.

Sus padres pensaban que ella sería economista porque ingresó a la Universidad de Trujillo. Ni imaginaban que terminaría siendo una prestigiosa musicóloga con dos posgrados en el extranjero; una investigadora vernacular y una enamorada de la música andina, además de la música criolla y afroperuana.

Estudió en el conservatorio Carlos Valderrama de Trujillo y después en el Conservatorio Nacional de Música en Lima. Le interesaba la formación musical y la sociología del arte. Conoció a virtuosos como el maestro Iturriaga y a Edgar Valcárcel, quienes fueron sus maestros. También estudió canto y entró al Coro Nacional. Chalena fue rebelde desde el Conservatorio y se resistió, por ejemplo, a ser formada solo como una musicóloga europeísta. Por eso incorporó ejercicios de armonización sobre los valses de Felipe Pinglo.

Chalena recordó en un entrevista que cuando alguien terminaba el Conservatorio, los flamantes músicos podían componer al estilo Bach, con todas las normas de lo que fue lo barroco, lo clásico, lo romántico, etcétera. Ella se planteaba entonces la pregunta, con justicia bien plantada ¿cómo es que no podían componer entonces un vals, una marinera, un tondero?

¿Y cómo fue que Chalena terminó abrazando la música andina? Ella lo dice con alegría: Arguedas fue el culpable. Cuando Chalena tenía 16 años, cayó en sus manos Agua, hermoso y tierno cuento de José María Arguedas. Después, ya adulta, devoraría todos sus libros hasta decidir que le seguiría los pasos por esa incomprendida travesía del rescate cultural.

Hubo también otros detalles más: viajó mucho por los pequeños pueblos de la sierra, se casó con un intelectual de Paucartambo, con quien tuvo a sus hijos César Camilo y Carlos Ernesto.

Antes de ese compromiso, Chalena había investigado la costa peruana, fruto de ese trabajo, recordado por ganar en 1979 el prestigioso Premio Casa de las Américas de Cuba con un libro sobre prácticas musicales de la población negra en el Perú.

También es reconocido su análisis por la narrativa de José María Arguedas a partir del sonido. Para Chalena, en la literatura de Arguedas todos los seres están sonando siempre, esto no escapa de la verdad, dado que los jilgueros, los huaynos, las campanas, las lluvias, los ríos, incluso hasta las piedras suenan en Arguedas. Esos paisajes sonoros permiten apreciar el verdadero ‘ser’ de los personajes, afirmó Chalena.

Chalena tenía presente que para estudiar la música andina, primero se debe estudiar las danzas, la mitología, la cosmovisión y las técnicas de producción agrarias. Todo está tan imbricado de tal manera que a nuestra musicóloga le parece maravilloso. Ella indicó en una entrevista: ¿Sabía usted que los “Kollas” danzan como si estuvieran reproduciendo el trotar de las llamas o que el “ucuco”, que es un personaje en la danza, tiene los movimientos de las alpacas negras?, ella estaba segura de que lo tradicional en la música y en las danzas andinas se impondrá y sobrevivirá a las veleidades de algunos compositores jóvenes que con el pretexto de “modernizar” la canción la distorsionarían groseramente. Lo nuevo vende pues. Cuando el sentido comercial se impone al sentido social y estético propio, y el compositor piensa más en el mercado que en las necesidades sociales, es entonces que se termina vendiendo cualquier cosa, advierte.

Ella gusta más de la música ayacuchana y puneña. Admira a Raúl García Zárate, Ranulfo Fuentes, Carlos Falconí, todos ayacuchanos, pero en honor a su origen costeño no pudo dejar de mencionar a Luis Abelardo Núñez, Manuel Acosta Ojeda, Felipe Pinglo Alva, entre otros.

Fue amiga de Víctor Jara y alternó en escenarios con catedrales como Violeta Parra, Mercedes Sosa y Atahualpa Yupanqui. Una de las anécdotas más curiosas contada por Chalena es la de su pregunta incómoda a Silvio Rodríguez en un concurrido recital en La Habana en 1982. Los organizadores del evento dispusieron que se hicieran solo diez preguntas antes de que Silvio empezara a cantar. Casi todas fueron concesivas, amigables. La última fue la de Chalena, que tenía preparado un dardo. ¿Por qué la Nueva Trova no utiliza los típicos ritmos cubanos como la guajira o el danzón?, disparó la peruana, provocando las rechiflas de los fanáticos. Silvio respondió que ella estaba desinformada y, nervioso, se fue por la tangente. Ese momento tenso quedó registrado en el documental “Que levante la mano la guitarra” que está disponible en YouTube (Minuto 21:30).

Años después en Lima, en la Casona de San Marcos, el cubano volvió a encontrársela cara a cara. Ni bien la divisó, la señaló con el dedo a lo lejos y le espetó: ¡Tú! ¡Tú eres la de la pregunta impertinente!. 

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Fuentes:

- La República web. Nota de Edwin Sarmiento.
- Facebook Renato Cisneros.